miércoles, 30 de mayo de 2012

BLOQUE II


 “VERDAD Y MÉTODO”
HANS GEORG GADAMER

Ideas esenciales del texto
        El lenguaje no es copia de algo
        La estructura especulativa es acceder a la enunciación de un todo de sentido
        El ser comprendido es lenguaje
        Es lenguaje en tanto se presenta a la comprensión por sí mismo, es decir en su propia representación
        Podemos hablar de distintos lenguajes
        Análisis del concepto belleza objetiva y subjetivamente
        Análisis del concepto belleza a modo de ejemplo para entender la universalidad del trabajo y análisis hermenéutica
        La interpretación de lo histórico y de la experiencia estética  es un asunto ontológico que parte desde la experiencia propia en un contexto definido
 “NUESTRA AMERICA”
JOSÉ MARTÍ


La historia de América Latina se ha caracterizado por la necesidad fundamental de darse un gobierno propio, pues ésta nació siendo esclavizada y sometida por las distintas naciones europeas que participaron en su conquista, a partir del siglo XVI. Desde entonces ha venido sufriendo las opresiones de los conquistadores en todos los ámbitos de la vida, es decir, el social, el cultural, el religioso, el ideológico y el económico. Se le impuso una cultura extranjera y con ello un modo de vida caracterizado por el sometimiento y el olvido de todas sus raíces precolombinas. Así, nuestra América nació con una deuda histórica que todavía, en pleno siglo XXI, cargamos en nuestras espaldas.
Después de la conquista de los distintos pueblos de América, y de sus subsecuentes liberaciones, Latinoamérica se vio amenazada por otro conquistador, pero ahora no proveniente del continente europeo, sino de nuestro propio continente, los Estados Unidos. El imperialismo yanqui paulatinamente se fue convirtiendo en el nuevo dueño de la riqueza y empezó a intervenir en las políticas de estado de, prácticamente, todas las naciones de América, es decir, llevó a cabo una colonización muy sutil y aparentemente imperceptible. Así, la mayoría de los pueblos latinoamericanos empezaron a obedecer las órdenes que se dictaban desde Washington.
En este contexto José Martí nos invita a reflexionar sobre el papel que debe jugar América Latina respecto a tales circunstancias. En el escrito “Nuestra América” Martí hace un llamado a los pueblos latinoamericanos para unirse en un frente común en contra de cualquier tipo de colonización y sometimiento que, como bien vislumbró el pensador cubano, culminó en la expansión de los Estados Unidos. Por ello, dice Martí: “Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada”. Son tiempos difíciles, en donde debemos estar vigilantes, atentos a todo lo que acontece a nuestro alrededor, para que los gigantes no nos tomen por sorpresa.
Es necesario, pues, luchar por la autonomía definitiva de los pueblos de América y no tomar del extranjero los reglamentos y las normas a seguir, como durante varios siglos ha pasado; es hora de mirar al hombre latinoamericano y fundar una sociedad basada en sus propias condiciones, con sus propias características y sus recursos particulares. Como dice Martí: “… el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país”. Para que América Latina deje de ser excluida, -ya sea por el imperialismo yanqui o por el eurocentrismo- y el soberbio no la use sólo como un pedestal, debe dejar de compararse con el otro, dejar de sentirse como el otro y mirarse desde de sí misma, desde sus propias categorías. Pasar de los otros al nosotros es la tarea urgente que necesita llevar a cabo nuestra América.
Así, la unión que tanto deseaba José Martí para los pueblos americanos sólo se logrará aboliendo la condición de oprimidos que ha marcado su historia; de esta manera América logrará su independencia económica, social, política, educativa, etc. Pero sobre todo, Latinoamérica se dará a sí misma su propia identidad, recobrará su naturaleza, su ser, su esencia, su mismidad; es decir, perfilará su propio rostro que le fue arrebatado en la noche de los tiempos.
América quiero verte grande pero todavía  eres un niño.

 “TEORÍA CRÍTICA DEL PENSAMIENTO LATINOAMERICANO”
ARTURO ANDRÉS ROIG
LA HISTORIA DEL “NOSOTROS” Y DE LO “NUESTRO”
-          Evolución histórica del “sujeto” americano
-          América latina como un ente histórico- cultural, sometido a un proceso de  diversificación-unificación
-          El nacimiento de la conciencia americana hubo de pasar por diversas etapas, por oposición a lo viejo ( Nuevo Mundo, Indias Occidentales),  la generalización del término América ( América española, América portuguesa), América Latina (comienzos siglo XX) e Iberoamérica, Hispanoamérica ( siglo XVIII)
-          Cada una de estas acepciones designa una entidad y características diversas, que evolucionan  a la par que el desarrollo histórico ( colonia, independencia, nacionalismo)
-          Distinción entre lo mestizo ( herencia nativa y bárbara) y lo civilizado ( lo europeo, semejante a Europa, con características propias de la evolución histórica), lo cual marca diversas definiciones de lo Americano o el “nosotros”.
-          Criollos: herederos de los puestos de control y dominio, aquellos que impulsan el concepto de “americano”
A partir de 1900 y el expansionismo imperialista de EU los grupos desposeídos buscan distanciarse de dicha acepción ( americano)
La historia de los diversos nombres de América se relacionan con un  proceso de humanización
Dos conceptos de América Latina: a) sentido americanista b) sentido europeo
Alberdi: americanismo indígena y salvaje vs. Patriotismo liberal americano y moderno. La revolución en América fue hecha por el pueblo europeo de origen y de raza. Dos americanismos: civilización y barbarie, aristocracia vs república democrática. Nosotros los latinoamericanos = nosotros los europeos latinos de América
Bilbao: Son las masas las que hicieron posible la emancipación
Nosotros: definición de lo nuestro = modo de ser, identidad
José Martí: superar el “sueño aldeano”, reconocer la diversidad de identidades de los distintos pueblos
“Lo Nuestro”: diversidad y unidad
El olvidado reclama su identidad, su ser olvidado.
Mundo conflictivo ( América) : campo vs. Ciudad , razón vs fe, libro vs lanza, indio mudo vs blanco locuaz y parlante.
Bunge: diversidad racial, mestizaje del cual surge lo hispanoamericano. Unidad de la diversidad. Raza fuertes vs razas débiles
LA DETERMINACIÓN DEL “NOSOTROS” Y DE LO  “NUESTRO” POR EL “LEGADO”
Legado, herencia cultural, tradición: medios para definir a “nosotros” y a lo “nuestro”
Herencia cultural: bienes heredados= cultura espiritual ( religión, el lenguaje, las costumbre, la raza, la tierra, cada una de ellas con sus marco ideológico.
La herencia cultural = transmisible, hecho natural temporal, se evoca un pasado que se considera vigente.
Se confunde a veces aquello que es exclusivo de ciertos grupos y se generaliza.
El legado se vuelve una entidad ajena y el sujeto participa de manera pasiva
La determinación del “nosotros” y de lo “nuestro” por el “legado” parte de ciertos supuestos que han entrado en crisis dentro de la ideología latinoamericana contemporánea. Reducción de la cultura a la cultura espiritual, inversión de medios y fines en cuanto al llamado legado por lo  que vuelve imposible  señalar el valor de unos sobre otros, afirmación de una jerarquía axiológica referente al mundo de bienes
La cultura espiritual encubre ciertas nociones de dominio y conquista y las hace ver como una evolución natural y pacifica de la espiritualidad humana
El eurocentrismo y el occidentalismo encubiertos bajo el manto de la herencia cultural espiritual
El valor de los bienes y entre los que integran la cultura espiritual les deriva del sujeto que losporta y en relación con la cual son medios
Alberdi: unidad moral  (totalidad de las manifestaciones histórico culturales homogéneas vs unidad política ( voluntad colectiva, resistencia frente al imperialismo)
El punto de partida para una definición de lo “nuestro” y del “nosotros” ha de ser siempre el sujeto concreto inserto en su mundo de relaciones humanas desde el cual recibe o se apropia de las formas culturales, y no lo recibido en si mismo.
El sujeto  de dicho proceso de conformación cultural fue, el conquistador, sus descendientes, el grupo criollo, los grupos que dieron origen a la pre burguesía latinoamericana.
Muestras de la arquitectura, estilo mestizo, diversos ejemplos en América
Confrontación entre lo civilizado europeo y aquello mestizo, creado en América, se vuelve valorar lo ajeno con respecto o lo creado por “nosotros”.
Se busca olvidar la barbarie de nuestras expresiones, purificarlas y asemejarlas a lo civilizado
Civilizado y barbarie : distintas formas de cultura y de vida que se afrentan y se contradicen en la conformación del nosotros.
Si se reflexiona sobre la pregunta con estructura disyuntiva que nos sugiere la problemática situada para el Bloque III, “¿generación nini o generación nihilista?”, con asombro justificado podemos pensar; ¿cómo ubico la conveniencia de la lectura sobre el tema del “nosotros” perteneciente al filósofo argentino Arturo Andrés Roig, y que se encuentra entre las propuestas en la antología de lecturas?
     Creemos que desde el punto de vista de la marginación y la exclusión es como se puede amarrar este trabajo de Roig. Se ha mencionado en la problemática que los jóvenes llamados nini, sufren en cierta medida la exclusión, por no tener una función, un sentido y objetivos como se supone gozaría quien ha construido un proyecto de vida. La lectura de Arturo Roig, sumada a los temas abordados por Samuel Ramos, José Vasconcelos y Mario Magallón, que proponemos, dan cuenta de una manera profunda sobre el problema de la identidad y el proyecto que ha de ser el concepto unificador de América Latina en tanto ser y deber ser. Esto implica que a partir de la reflexión sobre la propia identidad y las características más legítimas que podemos distinguir en este “nosotros”, nos enfrentamos a toda una estrategia política que le conviene pensarnos como entes cerrados que parecen negarse a sí mismos y sobre todo hacernos creer, con gran perversidad, que la posibilidad de un progreso se encuentra muy lejana o es casi imposible. Esta malévola intención de romper la unidad que promueven los valores identitarios y de hermandad fincados en el concepto del “nosotros”, intentan aniquilar la posibilidad de que se haga frente a los que con descarada inmoralidad disponen y construyen estrategias para entregarnos como objetos inertes. Negarnos como sujetos, es cancelar la posibilidad de construirnos un ser que nos permita construir una realidad más alentadora y justa.
Lectura adicional sugerida:
El ser del mexicano, (metamorfosis o esencia históricamente develada).
a)    El Hombre y su existencia en los límites de dos niveles antropológicos
     Es ahora justo que nos detengamos a pensar un tema que si bien no es ajeno a la producción filosófica de México, es capaz de seguir levantando ámpula por la variedad de problemas que puede suscitar y por las acaloradas discusiones a que da origen. Este corresponde al concepto antropológico del ser del mexicano, es decir la vertiente titulada antropología del mexicano. De ella solo analizaremos algunas notas bastante sugerentes propuestas por el filósofo michoacano Mario Magallón, quien teniendo presente el diálogo con otros filósofos de mediados del XX; como Samuel Ramos, o José Vasconcelos,  a quienes se deben reflexiones en torno al mismo problema, aventura una serie de ideas que intentan enriquecer la visión del concepto del latinoamericano y del mexicano por extensión que nos hemos formado.
     Por supuesto, y como ya lo dijimos, parte de la intención del presente trabajo es hacer visible, aunque sea de modo parcial, aquella esencia, que como ser, y por detrás, late en el lenguaje escrito, ese ser general o particular que se escabulle entre los espacios que la estructura lingüística perfila. Solo unos tenues destellos de algo más amplio se puede observar, pero en esa opacidad se encuentra fuerza suficiente que con amabilidad nos mueve a aproximarnos a una definición, que potencialmente  nos hará más dueños de nosotros mismos. Pues nos queda claro, que se gobierna mejor el que más se conoce a sí mismo. Esta idea se nos presenta como una necesidad que nos impele a ser satisfecha. En tanto un pueblo es capaz de conocerse más en su estructura fundamental, en lo particular y colectivo, avanza con paso seguro hacia la consolidación de una identidad, que es una robusta trinchera contra todo proceso globalizador. Esta globalización que, en su dinámica excluyente de comunidades que intentan hacerle frente autoafirmándose como originales, capaces de emitir un discurso propio, crítico y maduro sobre la realidad social y la realidad en sí, sobre el hombre el Ser y la verdad, y su intrínseca relación, por obra de todo esto encuentra así la más solida de las resistencias. Por lo que, es más objetivo el discurso que desde fuera puede ser lanzado ante esa entidad abrazadora que corrompe en su marcha para conseguir la unidad en la formación de hombres en serie, igualmente consumidores. Si, un discurso constituido desde fuera, un estar fuera por decisión y autoafirmación y no por exclusión, sirve para proteger la autonomía aún no enajenada. Debemos por tanto, confesar que a eso obedece el otro resto de nuestra intención puesta en  el actual trabajo; y que por cuestiones prácticas y metodológicas lo incluimos dentro de un estudio historiográfico y filosófico.
     El autoconocimiento como ejercicio reflexivo, intenta sobrepasar  los límites de lo variable en cada sujeto, mientras su objetivo se encuentre proyectado en lo que es en sí y universal. Es decir, la circunstancia y momento quedan superados en la desinteresada intención por alcanzar los principios inconmovibles y fundamentales; esto es, el sedimento último que es base de todo proceso o dinámica constructora de elementos definidos solo en el tiempo. Atendiendo así, a esos aspectos, se puede plantear la pregunta siguiente: ¿es posible encontrar notas, ontológicamente constituidas, que expresen el ser del hombre? Desde un plano meditadamente filosófico, podrá abogarse que sí, y que es sólo a través de esa reflexión que se nos hace posible aprehender la esencia. Incluso se puede asentir que esa enseñanza no la proporciona debidamente la antropología filosófica, y que en palabras de autores como Scheler o Gaos, se encuentra ahí explicitado eso que denominamos esencia o ser del hombre, al constituirse este en su objeto de estudio.
Según Scheler, es misión de la antropología filosófica mostrar exactamente cómo la estructura fundamental del ser humano, explica todos los monopolios, todas las funciones y obras específicas del hombre: el lenguaje, la conciencia moral, las herramientas, las ideas de justicia e injusticia, el Estado, la administración, las funciones representativas de las artes, el mito, la religión y la ciencia, la historicidad y la sociabilidad.[1]
O bien como la definición que se encuentra en el texto Del Hombre, de José Gaos.
…la antropología que da razón de la filosofía por el hombre –y tanto es filosofía de la filosofía- dando razón del hombre por la filosofía parece la verdadera Antropología Filosófica… la Antropología  Filosófica tiene por objeto al hombre en cuanto objeto de la definición de él y del desarrollo de ésta; la antropología científica tendría por objeto el hombre en cuanto objeto de algo distinto de la definición de él y del desarrollo de esta.[2]
 Lo propiamente definiente del hombre no es la animalidad, que le es común, genérica, con los demás animales, sino la racionalidad o la razón, que es específica, exclusiva, de él. Esto hace de la Antropología Filosófica, la filosofía del hombre, esencialmente una filosofía de la razón.[3]
      Empero, y si consideramos esto último, nos podemos percatar de que entonces se está hablando de dos niveles antropológicos. El primero que apunta a una estructura ontológica de primer orden, por corresponder este a la esencia común a cualquier sujeto en el mundo. Ese ser del hombre está presente en todos los sujetos, pues se predicará de él que es fundamento intemporal, universal y eterno. Sin embargo, el segundo nivel corresponde al constructo que se levanta sobre aquella base intemporal. Dicho constructo se constituye de elementos temporales, históricos, sociales, regionales, etc. Que son a su vez el distintivo de los seres humanos según su región particular de vivencia, es decir,  su país o nación, pueblo o comunidad, costumbres, usos, entorno familiar, etc. Sin embrago, lo que sí es claro, es que la relación entre estos dos niveles de ser en los sujetos no debe de ser tensa, pues lo menos conveniente es que la base – fundamento, en sus características, se encuentre en conflicto con la llamada estructura de segundo orden, porque entonces la base al no estar debidamente integrada con lo puesto en ella trocara el edificio en una cierta componenda amorfa y antipática que provocará el derrumbe de toda la estructura dejando oscuridad e incertidumbre. Pues es efectivamente en esta relación del fundamento con la formación moral y social que se constituye sobre él, en donde la definición del ser del mexicano encuentra sus más sensibles problemas.
b) José Vasconcelos y el camino hacia el “nosotros”.
     Si se considera una de las mayores tradiciones que da cuenta de lo que llamamos ser del mexicano, esto es, de lo que es como hombre del mundo y lo que es como mexicano y latinoamericano; nos pondremos de frente al pensamiento de Vasconcelos, en quien se encuentran atisbos que señalan una supuesta degeneración del sujeto latino y mexicano al haberse emancipado. En su Raza Cósmica, defiende la pertinencia de la mezcla, y se cruza con una desacreditación de lo originario puro, como fundamento de lo más deseable,Una religión como la cristiana hizo avanzar a los indios americanos, en pocas centurias, desde el canibalismo hasta la relativa civilización”.[4] Hay aquí una supeditación de las características nativas hacia la anhelante combinación que arrojara una raza superior y más poderosa, unida en la latinidad. La apuesta de Vasconcelos va en el sentido de la unidad de los hombres que detentan una raíz y lengua común, de una mayor disposición al mutuo intercambio, diferente al sajón.
Y se engendrará de tal suerte el tipo síntesis que ha de juntar los tesoros de la Historia, para dar expresión al anhelo total del mundo.
Los pueblos llamados latinos, por haber sido más fieles a su misión divina de América, son los llamados a consumarla. Y tal fidelidad al oculto designio es la garantía de nuestro triunfo.
En el mismo periodo caótico de la Independencia, que tantas censuras merece, se advierten, sin embargo, vislumbres de ese afán de uni­versalidad que ya anuncia el deseo de fundir lo humano en un tipo universal y sintético. Desde luego, Bolívar, en parte porque se dio cuenta del peligro en que caíamos, repartidos en nacionalidades aisla­das, y también por su don de profecía, formuló aquel plan de federa­ción Iberoamericana, que ciertos necios todavía hoy discuten…
De tal suerte se hizo en el bando latino lo que nadie ni pensó hacer en el continente sajón. Allí siguió imperando la tesis contraria el propósito confesado o tácito de limpiar la tierra de indios, mogoles y  negros, para mayor gloria y ventura del blanco. En realidad desde aquella época quedaron bien definidos los sistemas que, perdurando  hasta la fecha, colocan en campos sociológicos opuestos a las dos civilizaciones: la que quiere el predominio exclusivo del blanco, y la que está formando una raza nueva, raza de síntesis, que aspira a englobar y expresar todo lo humano en maneras de constante superación.[5]
     En las aseveraciones hechas por el filósofo mexicano encontramos dos vertientes: la primera que trata sobre esa disposición a la unidad, haciendo del sujeto latino un hombre más cordial y dispuesto, “La ventaja de nuestra tradición es que posee mayor facilidad de simpatía con los extraños. Esto implica que nuestra civilización, con todos sus defectos, puede ser la elegida para asimilar y convertir a un nuevo tipo a todos los hombres”.[6] Pero otra corriente apunta a una supresión de lo propio, como fundamento supremo, para situarlo más bien como elemento que debe de estar en función del propósito universalista del mestizaje, “El indio no tiene otra puerta hacia el porvenir que la puerta de la cultura moderna, ni otro camino que el camino ya desbrozado de la civilización latina”.[7] Sin embargo en esta sumisión al propósito “otro” puede estar encerrado o escondido aquel sentimiento depresivo de inferioridad lucidamente explicado por Samuel Ramos, y que da cuenta de una manera más específica de la necesidad por definir lo propio mexicano.
c) Samuel Ramos y el descubrimiento de un error en el proceso de autoconocimiento, (el sentimiento de inferioridad).
     No encontramos reparo suficiente para evitar la afirmación de que en el llamado sentimiento de inferioridad se encuentra un engaño, que por pereza en la disección del fenómeno o bien por falta de un análisis penetrante se sigue haciendo presente. El proceso reflexivo, que parte de la ubicación de dicho fenómeno hacia adentro, es decir la dinámica del autoconocimiento, que desde la percepción de un suceso externo (el sentirse inferior, y expresarse así) impulsa a la razón en su fuero interno para indagar en aquello que la constituye y da sentido, y así emprendido el viaje que tiene por fin llegar al principio mismo que es su  origen, nos entrega el defecto interpretativo.  Y entonces, se engendra el error en el momento en que el suceso se asume como real, apoyando en él la explicación más fundamental, sin la precaución de profundizar más en nuestro interior hasta encallar en aquella fuente intemporal y eterna. ¿Esto que implica?, que se asume el segundo nivel antropológico, temporal y cambiante, como si fuera él, aquel primer estadio universal y atemporal.
He tratado de explicar que un cierto número de defectos muy generalizados en los mexicanos deben referirse a una causa común inconsciente: el senti­miento de inferioridad. En verdad, ese sentimiento no puede considerarse como una anormalidad psíquica peculiar y exclusiva de los mexicanos. Siendo los mo­tivos que lo producen conflictos psicológicos de índole muy humana, el sentimiento de inferioridad aparece en hombres pertenecientes a todas las razas y nacio­nalidades. Pero, mientras que en otras partes ese sentimiento se presenta en casos individuales más o menos numerosos, pero siempre limitados, en México asume las proporciones de una deficiencia colectiva.[8]
     Por ejemplo, un sujeto mexicano, que tiene activo el sentimiento de inferioridad, como lo describe Ramos, al tener que enfrentarse en cualquier campo de contienda, ante uno no mexicano, más explícito, ante un extranjero occidental, parece convulsionarse hacia un decaimiento de su valía, como si fuese menos humano, sumiéndose en un abismo en donde se autointerpreta como menos valioso. En una circunstancia semejante se comete el grave error de trasponer el accidente a la esencia. El sujeto se desconoce a sí mismo, y en ese ignorar desacierta en la asunción que hace de su propio ser en el mundo, invierte elementos ya lógicamente establecidos, tal es el equívoco que trueca el lugar de lo inmóvil-universal como fundamento por lo móvil-particular, al creer que es este el principio, “El sentimiento de inferioridad permea la vida nacional. Tiene su origen en los acontecimientos históricos del país y se expresa en una configuración antropológica”.[9]
El sentimiento de inferioridad se ha manifestado en la historia de diversas maneras. La constante de su proceso ha sido la "comparación", efectuada por la valoración y la definición de lo nacional en relación con otros parámetros culturales. El sentimiento de inferioridad aparece en la Colonia. Al inicio se configura bajo dos vías: la indígena y la del español radicado en América. La conquista y la colonización, espiritual principalmente, minusvaloran al hombre y la cultura de la tierra; el indígena experimenta cómo realiza su trabajo para beneficio del conquistador y cómo en el producto del mismo queda ahogada su voluntad creadora, sobresaliendo el signo de humillación y de dominación. La humanidad indígena es reducida a homúnculos, según la expresión de Ginés de Sepúlveda, pues no se le reconoce plena capacidad para la religión y la cultura ni para el propio gobierno.[10]
     En el proceso arriba descrito se explica como al sujeto mexicano se le oculta su propio ser, por la suerte de una inconsciencia de sí mismo; y es así entonces, que surge una cierta fractura entre los dos niveles antropológico-ontológicos, que antes bien deben de mantenerse unidos de una manera lógica.
     El argumento expresado en proposiciones que expliquen este error quedaría más o menos así: Todos los hombres del mundo son esencialmente semejantes. Luego, los mexicanos son hombres del mundo. Por lo tanto, los mexicanos no son esencialmente semejantes. Este razonamiento como se observa es equivocado en su conclusión, y así de desatinada es la afirmación que en el planteamiento desde nosotros y hacia nosotros define al mexicano como un ser inferior, a cualquier otro, pero igual a cualquier otro en esencia. ¿En dónde, pues, queda la inferioridad?,  sino es en un mero accidente de la forma. Ahora, si convenimos en que la compleja dinámica del sentimiento de inferioridad queda determinada por lo histórico y su circunstancia, “Todo aquello que rodea al individuo es la circunstancia. Este espacio es susceptible de ser transformado a partir de las necesidades y la particular perspectiva que el hombre tiene de su entorno.”[11]Partiendo de ahí, entonces se concluye que ese perfil particular es modificable, y nunca debe de ser llevado hasta los terrenos del principio inmóvil, quien por ser tal el cambio no le es afín. La realidad de la circunstancia nos permite comprender que no estamos destinados a ser siempre así, o bien que lo seremos irremediablemente. Si bien ella nos hace diferentes, en tanto sujetos espacio-temporales, no nos condiciona a ser sujetos cerrados sin cambio. Además, es justo sumar a ello que el complejo de inferioridad contradice a la esencia primera, porque de esta somos todos participes en medida y valor, con proporciones semejantes, y si a él como circunstancia lo trasladamos en un ejercicio interpretativo al lugar del principio, entonces se deducirán aberraciones tales como que en tanto somos igual de valiosos, somos también menos valiosos. ¿Qué se puede por tanto inferir de ahí?, que es preciso evitar confundir aspectos ontológicos con predicativos de alteridad, porque diferencia no es igual a esencia, y si la primera resulta ser antipática a la segunda, se debe de excluir en sus pretensiones universalistas, a favor del principio fundante, es decir, de la forma en sí. Decimos esto porque al ser circunstancia, es entonces temporal y modificable.   Este proceso va haciéndose más claro en el autoexamen, en el ejercicio de autoconocimiento, al que si lo asumimos con debida seriedad nos nutrirá robustamente en la idea que tenemos de nosotros mismos, participándonos del conocerse en el mundo, y en ese conocerse saber que estamos integrados a una red de sujetos que felizmente se identifican por ser protagonistas en el ejercicio reflexivo que los traslada hasta ese punto. De tal manera a eso que hemos llamado identidad, se le puede ir observando en el vínculo real, y no tenso, o contradictorio, que se da entre el afuera, que es riqueza de variedad (diferencia), con el adentro, (la esencia)
d) Mario Magallón y la idea del “nosotros”[12] como categoría dialéctica-antropológica del latinoamericano y el mexicano.

     En aras de lo anterior se prefigura ya una noción más transparente de lo que entendemos por latinoamericano y mexicano, y a este último, por supuesto, como sujeto de la latinidad. Pero también se observa cierta nubosidad encubriendo una faz más nítida que represente con mayor detalle el concepto que se busca. Esa relativa ausencia de forma se debe a una tentativa existente, que no ha sido superada, en virtud de que los esbozos construidos dejan aún un amplio terreno por explorar en lo que toca al ser del mexicano. Un ser parcialmente oculto. Empero, de aquí hasta el final del trabajo pondremos en escena un aporte que resuelve algunos de los problemas ya descritos, que enmascaran el rostro de aquel ser. Dicho aporte, como ya bien lo sugerimos, se debe a la reflexión del filósofo Mario Magallón. Si bien es cierto que la filosofía de este pensador explora más en los recintos explicativos del ser del latinoamericano, no se debe de ignorar que al interior de esa categoría de mayor espectro, habita el mexicano, como hombre latino, pues en ese espejo encuentra un reflejo de su propia existencia, que le increpa diciéndole; “he aquí algo de lo que tú también eres”. De tal suerte, que por ese medio es posible enriquecer el concepto que de si mismo ha construido, despertando un interés que apuntalado en el autoconocimiento le despoje de lastres fantasmales atrapados en su condición ontológica. Sombras espectrales, sin identidad ni rostro, que enmudecen ante sus más sinceras intenciones por develar aquel ser que le hable con claridad de sí mismo,  y le garantice con impronta de autonomía y libertad.
     Sabemos ya que el hombre se va haciendo en el tiempo y en la historia, él es, en su singularidad cambiante, una consecuencia de todo el bagaje y elaboración cultural que hace las veces de universo contextual y entorno infranqueable. El hombre es, en parte, consecuencia histórica, a la que hemos denominado como el carácter ontológico antropológico de segundo orden. En este ser “hecho”, constituido, detectábamos el error autointerpretativo que señalaba Samuel Ramos, como un autopensarse reticente a la unidad integral  con la esencia primera del hombre en notas generales, y que se llama legítimamente ser del hombre. Partiendo entonces, del desplazamiento de ese equivoco, nos situamos en la idea de un sujeto definido en su historicidad mucho más acorde con la concepción de la esencia primera del hombre, expresada en caracteres antropológico-filosóficos.
Podemos implicar una tercera, muy específica y selectiva, ­basada en el concepto de historicidad, característica exclu­siva del hombre histórico y civilizado, si partimos del concepto de historicidad como elemento particularizador de lo humano y cuya base la encontramos en la acepción histórica de las gran­des culturas y civilizaciones, donde su significación última será, en última instancia, la realización del hombre pero en la historia Es decir, es la adecuación del hombre concreto a la definición universal. Sin embargo, el concepto de hombre histórico, particulariza a ese hombre que se va haciendo en su desarrollo dialéctico todavía en acto, algo que no es totalmente.[13]
     Este sujeto se presenta hablando de un “nosotros” como característica del ser histórico de la latinidad. Pero, ¿en qué radica lo más acertado de este concepto del “nosotros” para definir ese segundo nivel antropológico del hombre de nuestras tierras?  La respuesta tentativa la encontramos en la lectura dialéctica sugerida por Magallón llevada a cabo en el ejercicio de contrastación entre el sujeto occidental cerrado, de perfil cartesiano, y el sujeto histórico latino y mexicano de atributos unificados en el concepto del “nosotros”.
El ser que filosofa es una existencia que como sujeto social carece de todo principio entitativo de "ser social y político", que lo identifi­que con aquellas características comunes a todos los seres humanos, indivi­dual y colectivamente: la diferencia, la diversidad, la unidad, la identidad, como ente con existencia política y social productora de cultura y de lo humano mis­mo en el proceso de historicidad. Por lo tanto, no existe en este pensamiento racionalista, por donde quiera que se le quiera ver, el principio de alteridad, del Otro, menos aún del "nosotros", de eso que es constituyente y que confor­ma a una colectividad social y que permite la construcción del sentido de identidad de una comunidad humana, constituida por individuos, miembros histórico-sociales y al mismo tiempo, diferentes de los otros.
Descartes con su cogito ergo sum muestra a un yo como sujeto de conocimiento, prisionero de su propio pensar, de aquello que ha sido llamado racionalidad pura e incontaminada de lo natural, de lo histórico, de lo humano. Esto visto desde una perspectiva unilateral, el pensar y la racionalidad misma del yo, son el único "hecho verdadero" e incuestionable en el mundo. Sin em­bargo, la "razón", se constituye de racionalidades, las que de ninguna manera se oponen a ella, sino más bien forman parte de ésta, la constituyen, la enriquecen y amplían sus horizontes.[14]
     En estas líneas se perfila la tesis que define al latino como un sujeto intersubjetivamente unido; unido en la historia y el tiempo, diferente al aislamiento elitista de perfiles congelados que representa al hombre “superior” desbrozado en la filosofía cartesiana, quien ya en la idea de unidad latina desarrollada en la obra de Vasconcelos, encontraba una resistencia frontal. Este “nosotros” parece responder como definición de aquel constructo levantado sobre la forma primera del hombre, de una manera más convincente. Y no solo eso, sino que también se relaciona semántica y lógicamente con ella, pues habla de un ser en la pluralidad, un ser unido, no aislado como quedaría si se intentara explicar de la manera siguiente: “El olvido del ser histórico y de su constante relación con los demás seres humanos lleva a la confusión de que el conocimiento es el trabajo solitario, una reflexión de anacoretas, lo cual es insostenible,  porque nadie puede co­locarse al margen de la historia y de la sociedad de la que forma parte, pues de otro modo "serían dioses o monstruos", como escribe Aristóteles”.[15]Así el “nosotros” como categoría antropológica  describe con más pulida coherencia, lo propio humano en México y Latinoamérica, que aquel decir, asumido equívocamente, en el complejo de inferioridad. Por lo que, este “nosotros”, armoniza más con el primer nivel antropológico. Esta afirmación se sustenta en la evidencia de que la reflexión sobre la esencia del hombre recae en una tesis de inclusividad, es decir el principio es inclusivo, pues contempla a Todos los Hombres, y el  “nosotros” en tanto categoría antropológica goza también de inclusividad. De tal suerte que fundamento intemporal y constructo temporal se relacionan mejor así; de un Todos los Hombres, como seres racionales, surge un “nosotros”. En consecuencia, la categoría intemporal es inclusiva como lo es la categoría temporal del “nosotros”, que explica la unidad de sujetos en la historia, hermanados en lo suprafísico de lo siempre presente, eterno, y hermanados en la diversidad del hoy es, y después no es, en el tiempo. Este “nosotros” que se abre paso con mayor facilidad al afirmarse como estructura hermenéutica de más amplio espectro y penetración en el ejercicio de autoconocimiento, que tiene por fin la asunción de una identidad profundamente constituida. Esta categoría histórica que no rivaliza ni se encuentra en contradicción con aquel principio fundante del “Todos los seres humanos”, arraigado en la expresión lingüística que da cuenta de la forma en sí, “en todos los lugares de nuestra América los individuos se unifican y constituyen movimientos sociales como sujetos colectivos y racionales.”[16]

     El “nosotros” así, enmarca la esencia una, y la forma vertida en el tiempo, en la historia. Decíamos que la base de la identidad se encuentra sujeta al proceso de autoconocimiento; en cuyo hacer se corrobora nuestra identidad con los “otros”, por ser éstos sujetos semejantes en el fundamento último humano. Esto motiva a pensar en un “yo” y los “otros” y los “otros” y “yo”, que somos “nosotros”; humanos, padecientes en el tiempo, carentes, marginados, explotados, pero también hombres, que en su autoafirmación como tales, luchan por su libertad y reconocimiento. Y que la singularidad de nuestra historia ha dado lugar a un constructo temporal, histórico, que nos ha hecho más cercanos en lo que toca a identidad con el “otro”, por ubicar en él un reflejo de la propia condición. Esa unidad en la expresión, es la continuidad de la forma en el espacio-tiempo, y hablar de la forma y principio en la historia es denominarla con los perfiles del “nosotros”, regionalizados, identificados como los habitantes y nativos de América Latina.
La nueva articulación del sujeto necesariamente se tiene que construir desde la fragmentación, es un esfuerzo por cons­tituir un sujeto que le dé identidad desde una propuesta teórica que maximice sus posibilidades de articulación como la condición de construcción de la identidad misma.
El sujeto que se articula desde la fragmentación es un sujeto que al lado de lo político, como fuerza negociadora y con pretensiones de fuerza revolucio­naria, se debe fundamentar en un conjunto de principios éticos y sociales, lo cual se traduce en una fuerza de interpelación y resistencia.[17]
     Consecuentemente la identidad se nos muestra como una construcción teórica moral, hecha en el tiempo, que tiene y tendrá por distintivo fundamental el proceso humanizador arraigado en el autoconocimiento. Damos por concluido así este breve esbozo de lo que es el ser latino y el ser mexicano. Este último que se enriquece en su concepto particular y regional de aquellas características prefiguradas en sus hermanos del subcontinente latinoamericano, sabiéndose identificado no solo por lo propio y particular que su más básica experiencia le refiere, sino también en aquél hacer y ser en la intimidad moral y espiritual de su propia existencia en el mundo.





PROBLEMAS FILOSÓFICOS CONTEMPORÁNEOS

BLOQUE TEMÁTICO IO:
ONTOLOGÍA DE LA EXISTENCIA


[1] Max Scheler, citado por José Ferrater Mora en; Diccionario de Filosofía, España, 1994, p. 185.
[2]Gaos José,  Obras Completas XIII, Del Hombre. México, 1994, páginas, 32-33.
[3]Ibídem, p. 34.
[4] Vasconcelos José, la Raza Cósmica, México, 2003, Prologo, p. XVII.
[5]Ibídem, p.15.
[6]Ibídem, p.14.
[7]Ibídem, p.13.

[8] Ramos Samuel, El perfil del hombre y la cultura en México, 1997, p. 111.
[9] Diccionario de Filosofía Latinoamericana, México, 2000, p. 334.
[10]Ibídem, p. 334.
[11]Ibídem, p. 68.
[12] La idea del “nosotros”, como ya muchos lo saben, se encuentra plenamente desarrollada en la filosofía de Arturo Andrés Roig. Empero, el discurso oscuro en ocasiones y aderezado con ciertos malabarismos filosóficos, materializados por su pluma, complican la plena inteligibilidad de lo que sus palabras quieren transmitirnos. No obstante, Roig establece dicha categoría como explicación de la dinámica cultural, social, e histórica de sujetos unidos en la diversidad. Esto lo lleva a establecerla más como principio explicativo en el orden temporal sin trasladarla hasta los horizontes del Ser en tanto Ser, configurados en la filosofía clásica, sin ser tampoco esta su intención. Sin embrago,  hace una crítica de esa metafísica como incapaz de explicar la realidad social, “Este horizonte es a la vez nuestra fuerza y nuestra debilidad. No constituimos mónadas "sin ventanas", que engranamos en una armonía universal preestablecida, suprema filosofía del pesimismo conformista encubierta de optimismo, sino mónadas con una apertura desde la cual nos encontramos actuando como sujetos abiertos a un proceso en que lo histórico va destruyendo las ontologías del ser y nos va mostrando insertos en el mundo variado y muchas veces imprevisible de los entes. Nos encontramos "haciendo el ser", que es básicamente para nosotros, ser social, mediante un hacer parcializado que pretende fundarse en lo universal y que aspira a ello como única justificación posible. De este modo, nos insertamos en el proceso como mónadas de nuevo sentido, más allá de los mitos del individualismo liberal que, en el caso señalado, llevó con su apoyo metafísico a ocultar la raíz de todo horizonte de comprensión.”Cf. Roig, Arturo Andrés, Teoría y Crítica del pensamiento latinoamericano, México, 1981, p. 16 y ss.  Pero de alguna manera parece escapársele que la idea del “nosotros” no es que contradiga, por su propia dinámica en lo diverso, la concepción del UNO metafísico y esencial, sino que no puede oponérsele ni anteponérsele ya que es una categoría  que pertenece al orden epistemológico social-temporal, y no tanto al fundamento  ontológico intemporal, que es principio lógico necesario para la comprensión del mundo. Y es en esa misma imposibilidad en donde entra, haciéndola más explícita, la lectura contrastante sugerida por Magallón. El “nosotros” es una categoría explicativa en la dimensión del tiempo por su pluralidad e inclusividad, que es útil para entender antropológicamente al hombre latino. Y se enviste como consecuente lógico semántico vertido en el tiempo de aquella forma primera que es el ser del Hombre.



[13]Magallón Anaya, Dialéctica de la filosofía latinoamericana, México, 1991, p. 69.
[14]Magallón Anaya y CeruttiGuldberg Horacio, Historia de las ideas latinoamericanas ¿disciplina fenecida?, México, 2003, p. 89.
[15]Ibídem, p. 94.
[16]Ibídem, p. 103.
[17]Ibídem, p. 107.








Propósito:
Que el estudiante comprenda la existencia a través de la reflexión filosófica sobre la crisis y alienación del hombre contemporáneo, para contribuir dialógicamente en la construcción de la otredad e identidad latinoamericana en el contexto de la globalización. 
Contenidos:

Ø  Crisis de la existencia
Ø  El individuo Alienado
Ø  El horizonte de la comprensión humana
Ø  Otredad e identidad latinoamericana

Problemática Situada:
“DIME CUANTO TIENES Y TE DIRÉ QUIEN ERES”

Planteamiento:
Algunos dichos mexicanos son: “Como te ven t tratan”, “mientras mas tenemos mas deseamos”, “tienes todo para ser feliz… si no  lo eres es porque no quieres”. Estas expresiones de sabiduría popular son ciertas y se refieren precisamente al dilema entre el ser y el tener. Es un dilema ético-moral existencial que tarde o temprano resuena en la conciencia del hombre moderno formado en el espíritu y cultura del individualismo neoliberal capitalista.
El proceso de globalización entendido como la mundialización de las estructuras del entorno, ha promovió que en todo el mundo prevalezca la cultura de lucro y ganancia del tener, por sobre el espíritu del ser. El hombre moderno, en la actualidad, es atrapado en variantes económicas, políticas, sociales, financieras, ideológicas, entre otras, que lo forzan a vivir conforme a los principios del neoliberalismo. Ya que esta filosofía en su fase de mundialización, mercantiliza y lucra con todo, incluida la naturaleza, la cultura y la existencia de las personas y los pueblos.


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PROBLEMAS FILOSÓFICOS CONTEMPORÁNEOS

El hombre moderno, llamado ciudadano global, en gran medida tiene que luchar por tomar conciencia critica de lo que significa, por una parte, vivir acorde con los principios del espíritu capitalista y caer en la alienación, o en lo posible vivir acorde con ese espíritu capitalista y caer en la alienación, o en lo posible vivir acorde con ese espíritu liberándose y procurando evitar la alienación; y por otra simplemente rechazar ser victima de ese modo de vida que todo lo ve con los ojos del dinero, las posesiones y el confort material.
O asumir simplemente la cultura mercantilista del tener, o asumir la cultura de ser libre, consciente y creativo, aunque vaya en contra de esa inercia capitalista global. El ser como proceso de humanización y rescate del ser humano libre, que actúa por voluntad propia, y en identidad plena de si mismo y sus congéneres. Desafortunadamente la elección del ser parece tener el precio de la inadaptación y la violencia en el entorno neoliberal capitalista. Lo vemos, por ejemplo, en la vida de los artistas nato, que por lo general se ven orillados a sobrevivir en las condiciones hostiles del capitalismo. Por el otro lado, la elección del tener parece conllevar el precio de nuestra esclavización y sometimiento al mundo de lo material, el dinero, y la alienación en general.       
Para el joven actual, el dilema ético-existencial, ya no es como enunciara Shakespeare por boca del Príncipe Hamlet, en su tragedia de 1597, todavía en la corriente del humanismo filosófico literario: To be or not to be, that is the cuestion. Ahora la cuestión es: Ser o Tener.
Por ello es muy recomendable que el ciudadano global de nuestro tiempo, y en especial los jóvenes latinoamericanos y mexicanos, nos plateemos y reflexionemos filosoficamen65e sobre las siguientes cuestiones:
¿Cuál es la diferencia entre una ontología del Ser y una referente al Tener? ¿Cuáles son las vertientes ético-morales que distinguen una existencia centrada en el ser y otra centrada en el tener? ¿Cómo lograr el equilibrio entre el ser humano libre, consciente y creador, y el hombre alienado por las estructuras del tener y el poder? ¿De que manera, en el contexto de la globalización, podemos comprendernos y formarnos como seres humanos libres y con identidad propia?   

Apropiación de la problemática
El alumno ve el video “Voces contra la globalización (Otro mundo es posible)”, en: http://vimeo.com/2695617  con el objeto de que reflexionen sobre el dilema entre el ser y el tener.

Tratamiento filosófico de la problemática
Una vez que los alumnos se hayan apropiado de la problemática, el profesor debe inducir el tratamiento filosófico de la misma de acuerdo con el propósito del bloque y a través de preguntas detonadoras: ¿Cuál es la diferencia entre una ontología del ser y una referente al Tener? ¿Cuáles son las vertientes ético-morales que distinguen una existencia centrada en el ser y otra centrada en el tener? ¿Cómo lograr equilibrio entre el ser humano libre, consciente y creador, y el hombre alienado por las estructuras del tener y el poder? ¿De que manera, en el contexto de la globalización, podemos comprendernos y formarnos como seres humanos libres y con identidad propia?







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